EL APARTHEID Y NELSON MANDELA.




Imagina un país en el mundo, donde se impida a las personas acceder a la propiedad de la tierra, a la participación política, a votar y ser votados; a vivir segregados de otro grupo de personas, de los que dominan, de los que sí tienen derechos civiles, políticos y económicos; un país en donde se reprimían a los líderes sociales que evocaban la igualdad y la defesa de los derechos civiles. Ese país es Sudáfrica y uno de sus grandes hombres, es Rolihlahla Dalibhunga Mandela, más conocido en el mundo como Nelson Mandela.

En México mientras Venustiano Carranza se consolidaba como Presidente Constitucional, luego de siete años de movimiento armado y en Europa, se terminaba una de las guerras más cruentas que se haya conocido en el mundo, había nacido dentro de un clan de una etnia indígena, un niño que cambiaría la vida de varias personas. Ese niño crecería y cursaría estudios en Derecho, en la Universidad de Port Hare donde fue expulsado por su activismo político; así que continuaría su carrera de abogado en la Universidad de Witwatersrand Sudáfrica.

Entonces el mundo se convulsionaba. Lázaro Cárdenas expropiaba el petróleo mexicano a las compañías británicas y americanas; Francisco Franco consolidaba su caudillaje militar derrotando al gobierno republicano Español; mientras que Adolf Hitler y Benito Mussolini se lanzaban a una guerra mundial destructora, inhumana, cruenta, al mismo tiempo que Joseph Stalin, Winston Churchill  y Franklin D. Roosevelt, planteaban la contraofensiva para derrocar al enemigo público número uno del mundo.

Mientras millones de seres humanos morían en una guerra a causa de la defensa de las ideas totalitarias; en Johannesburgo Sudáfrica, Nelson Mandela  formaba ya parte de un movimiento político, que propugnaba por un nacionalismo africano, que buscaría desde luego, la independencia y el reconocimiento de la comunidad racial de los nativos africanos, a su derecho autónomo de ser una nación independiente.



Lamentablemente, mientras en el mundo se dividía en los polos opuestos a consecuencia de la “guerra fría”, entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los nuevos villanos del mundo, fueron los “comunistas” en sustitución de los nazis; al mundo pues, pareció poco importarle, el ascenso al poder, de un partido político racista en Sudáfrica, llamado “Partido Nacional”, que lo primero que hizo, fue institucionalizar la segregación racial, creando el régimen jurídico del apartheid, dedicándose a reprimir a disolver cuanta organización social hubiera en Sudáfrica, para defender los derechos civiles de la comunidad racial “negra”.


El “apartheid”, reservó el derecho al voto únicamente para los blancos, solamente ellos podían viajar libremente por el país o ganar más dinero que los negros; éstos ultimos debían vivir en zonas alejadas de los blancos y debían de estudiar en escuelas separadas de los blancos, además de tener su educación limitada.

A diferencia de los movimientos raciales que se desataban en los Estados Unidos, a través de dos líderes negros inmortales, Martin Luther King y Malcom “X”, en Sudáfrica, su principal líder negro , Nelson Mandela, era encarcelado y condenado perpetuamente  a trabajos forzados. El destino, le tendría reservada una importante misión.

Logró sobrevivir a su encierro. A la enfermedad, al hambre, a la depresión, a la falta de esperanza; el mundo parecía poco importarle lo que le ocurría a la comunidad africana; el gobierno racista de Sudafrica sobreviviría a las recalcitrantes pero nulas críticas mundiales, inclusive hasta en los boicots olímpicos y deportivos que se hicieran en su contra; Mandela mientras tanto, en su infinita soledad, concluiría su carrera de abogado, gracias a que finalmente le fue aceptada en su celda, tener correspondencia, con la Universidad de Londres.
Mandela en su prisión, se enteró de los magnicidios de los hermanos Kennedy, de la muerte de   Martin Luther King y Malcom “X”; en su encierro se imaginaba como eran las revoluciones juveniles sesenteras de Checoslovaquia, Francia, México, Estados Unidos; se enteró de la llegada del hombre a la luna; también de la guerra de Vietnam y de la revolución islámica del Ayatola Jomeini en Irán. Los días parecían eternos, pero es que la verdad, el tiempo pasó demasiaod rápido.

En 1978 ascendería a la presidencia de Sudáfrica, Pieter Willem Botha, quien gobernaría hasta que se enfermara de una apoplejía, allá por el año de 1990; solamente así, el tipo conservador, partidario y defensor radicar del apartheid, logró dejar el poder, para que este fuera continuado por Frederik de Kleir.



El nuevo Presidente de Sudáfrica, emanado del Partido Nacional (racista), quizás influenciado por la coyuntura del derrumbe del muro de Berlín, o de las ideas libertarias que difundían los discursos políticos del Papa Juan Pablo II o Mijaíl Gorbachov, Primer Ministro de la Unión Soviética; pudo haber continuado con la política de su antecesor, con la que él también se había formado ocupando diversos cargos políticos y en la administración pública de su país; sin embargo, no lo hizo, tuvó el atrevimiento de anunciar algo inesperado para todos los sudafricanos; en su discurso como presidente de dicha nación, ante el congreso de dicha nación, habló de la conciliación de los sudafricanos, de la necesidad de romper la espiral de violencia, del dialogo y de los objetivos de construir una nueva nación, donde imperaran las libertades políticas y económicas; y para todo ello, anunció que “ … el señor Nelson Mandela podría desempeñar un papel de gran importancia”. Aclaró para sorpresa de muchos, que el gobierno (racista) de Sudáfrica, había tomado la firme decisión de liberarlo sin condición alguna. 

Nelsón Mandela salió libre de la prisión, en el año de 1993 ganaría merecidamente el Premio Nobel de la Paz y en 1994, sería electo para sorpresa de los conservadores y del mundo entero, en el Presidente de Sudáfrica.

Entonces Mandela pronunciaría uno de los discursos más emotivos de la historia.


“Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que tenemos poder más allá de toda medida.

Es nuestra luz, no nuestras tinieblas, lo que nos atemoriza.

A medida que nos liberamos de nuestro propio temor, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.

…debemos actuar en conjunto, como un pueblo unido, para lograr la reconciliación nacional y la construcción de la nación, para alentar el nacimiento de un nuevo mundo. Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. Que cada uno de nosotros sepa que todo su cuerpo, toda mente y toda alma han sido liberados para que puedan sentirse realizados. 

Que nunca jamás vuelva a suceder que esta hermosa tierra experimente la opresión de los unos sobre los otros, ni que sufra la humillación de ser la escoria del mundo. Que impere la libertad. El sol jamás se pondrá sobre un logro humano tan esplendoroso. ¡Que dios bendiga a África¡.



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