LA HISTORIA DEL CHAPO (Primera parte)


El “Chapo” Guzmán tendrá el mismo destino que Osama Bin Laden, fue la sentencia que dictó Janet Napolitano, Secretario de Seguridad Interna del poderoso gobierno imperial de los Estados Unidos de América.  Quizás desde la persecución de Pancho Villa en 1916, no había existido otra figura pública en México, que ameritara dicha atención.   ¡Mira que compararlo con Osama Bin Laden¡. El México moderno del año 2012, sigue siendo tan legendario como el que tuvieron nuestros bisabuelos, veteranos de la revolución, también saben echar bala y sobrevivir en los combates que los enarbolaron como héroes, fueron también victimas del mal gobierno, de ese que se proclamo “revolucionario” y que ahora se dice defensor de los derechos humanos; ese que lleva arrastrando a sesenta mil muertos, quizás un poco más o un poco menos, pero un gobierno, que al principio, hizo a sus propios narcotraficantes, para ahora, quererlos aplastar.
Es una historia muy larga. Joaquín Guzmán Loera jamás pensó en toda su vida, que algún día se convertiría en el personaje más buscado de todo el mundo. No sabe aún porqué, nació en la pobreza, allá por el año de 1957, en un pueblo llamado Badiraguato, ubicado en Sinaloa; aprendió desde muy pequeño, ayudando a su padre agricultor, a trabajar en el campo y no sembrando maíz, sino opio; el negoció ya existía, él no lo inventó, el siempre fue un hombre trabajador al servicio leal de sus patrones, la mercancía se compraba y se vendía como los tomates o las naranjas. Nunca supo en que momento vender opio era malo, nunca le dijeron, el solamente fue un humilde hombre trabajador, nunca pensó que algún día también se iba a convertir en el patrón, en el jefe de todos sus jefes, en el mero “mero”; él, un hombre chaparro y fornido, el que le apodaban “Chapo”, estaría destinado a sustituir a los jefes, con los cuales laguna vez trató.
Esa es la historia del hombre más perseguido en todo el mundo; del criminal más famoso en la historia moderna del país; él no vistió jamás sotana, ni repartió bendiciones, ni abuso sexualmente de niños; tampoco leería discursos políticos largos y aburridos, para prometer a sus paisanos, empleo, trabajo, vivienda, agua, tractores, créditos y otras cosas más que jamás se cumplirían; no fue político, para  robarse el dinero de los impuestos del pueblo; tampoco cantante o actor de cine como Pedro Infante; sólo fue un humilde agricultor, que algún día, tuvo el deseo de superarse, para salir adelante y comprarle una casa grande, a la mujer más importante de su vida, que era su madre.
Pobreza, fue lo que conoció desde su infancia. Cuando la escuela más cercana estaba a más de 97 kilómetros de distancia, cuando sus amiguitos, al igual que él, no tenían zapatos. No tenían mas destino que irse a trabajar a la Tuna, para soportar el ardiente sol que les quemaba sus caras y pudieran seguir cosechando, aquella bendita mercancía, que les daba de comer.

Tenían que vender la mercancía a Culiacán, desde ahí uno de sus tantos patrones, “Don Neto”, la compraría; no era nada indebido lo que estaba haciendo; sabía que con esa dinero podría comprarse algunas cosas y también para ir ahorrando; jamás entendió porque un día el ejército mexicano acabo una vez con los sembradíos de Amapola, fue entonces cuando “Don Neto” le explicó que el negocio no era bien visto por los americanos, de quien tenía que cuidarse y no propiamente, de los hombres altos y güeritos, sino de otros que parecían paisanos, pero que eran agentes de la DEA.
“¡Cuídate Chapo¡”, fue una de las primeras sentencias que escucho a manera de advertencia, aquellos agentes podían estar encubiertos para capturarlo, encarcelarlo y quitarle la mercancía. ¿Que reportaría al patrón? No podía dejarse capturar, su amigo Héctor el “Güero” Palma, le había conseguido una chamba mejor de vil agricultor, sería ahora transportista de droga, aprendería a subirse en esos tráilers para poderlos manejar en las autopistas de la Republica Mexicana y sentir con ello, la velocidad del gigantesco carro, correr en la autopista, abrir la ventana del carro para sentir el aire y ver desde lejos, aquella sierra que escondía los sembradíos. Sentir el aire y gritar: “¡Soy en Chapo¡”, soy el cuida y traslada la mercancía, el que vigila los traslados, el que revisa los embarques; el que carga esta fiel pistola que lo protege de sus enemigos.
Salir del pueblo, dejar su condición de agricultor, le ayudaría a conocer a los socios de su patrón, “Don Neto”;  conocería a Rafael “Caro” Quintero, y también algunos colombianos que al igual que él, también habían vivido en la pobreza; él sólo quería aprender, sólo quería ser tan poderoso como los amigos de su patrón, más aun que su potente tráiler o que cualquier embarcación proveniente de Colombia repleta de mercancía.
El “Chapo”, si quería ser un hombre de negocios, como su patrón “Don Neto”, o como los amigos que éste tenía, debía de ser un hombre bien cabrón, no doblarse, no rajarse, morderse un vuevo y la mitad de otro; no debía temerle a la muerte que para eso había nacido; tuvo de vez en cuando, que imponerse a bola de “chingadazos” y a veces hasta de balazos con aquellos que querían sorprenderlo, que no querían entregarle la mercancía o que se la entregaban incompleta; aprendió que o eran ellos, o era él; y que en esta vida, más valían que fueron ellos y no él; y por eso, de vez en cuando también aprendió a matar, a echar bala y ver como existían compradores y vendedores desleales. ¡Por eso tenía que imponerse¡, darse a respetar, ser el mejor empleado de su patrón, quien lo compensaría por defender la mercancía y por esa razón, viajaría a Guadalajara, para poder conocer al hombre que controlaba todo el negocio, al Padrino, don Miguel Ángel Félix Gallardo.
MIGUEL ANGEL FELIX GALLARDO. "EL PADRINO".
“¡Quiero ser como él¡”. Dijo el Chapo cuando lo conoció. El hombre más poderoso de todos los que había conocido, amigo de banqueros, empresarios, políticos, con mucho dinero y muchas mujeres, casas grandes y también varios ranchos; lo poco que aprendió de este negocio lo aprendió de él y por eso, fue el mejor de sus empleados, ahora haría viajes con sus tráilers y coordinaría el traslado de la mercancía, para su cruce en la frontera con los Estados Unidos.
El negocio era bueno, daba para todos, siguiendo la escuela de su maestro, aprendió que tenía que repartirlo a todos los jefes policiacos y militares; todos cobraban rentas para dejarlo trabajar, los únicos pesados, eran los americanos, pero una vez burlada la vigilancia y traslada la mercancía a ese lado, lo demás era mera ganancia, y ¡que ganancias¡. Nunca había visto paquetes de dólares como los que ahora tenía escondidos en su casa. ¡Así es este negocio papá¡. Vives como rey o vives como buey. No repetiría jamás ni para él, ni para sus seres queridos, la vida de pobreza que le toco vivir. Sólo tenía que cruzar la mercancía al otro lado y sobornar a quien tenía que sobornar. Si había que echar bala, había que hacerlo.
Supo que su padrino fue capturado en su casa de Guadalajara, al igual que años antes, habían sido capturados, “Don Neto” y “Caro” Quintero; y también supo que en esas capturas, estaban los agentes de la DEA y desde luego la traición, de esos de los que tenía que cuidarse; el principal Judas Iscariote, era el propio Gobierno, quien para quedar bien con los Estados Unidos, no cumplía con sus palabras. ¡Pinche Presidente¡.
Con  el encarcelamiento de El Padrino”, Miguel Ángel Félix Gallardo, ya no habría más patrón, sin embargo varios de sus amigos seguían chambeando en lo mismo, buscando quien sería el nuevo jefe. Habría tres nuevos carteles que podían heredar el negocio y a quienes podía prestarle sus servicios; los sobrinos de su ex patrón y quienes se adjudicaban la herencia del poderoso emporio, los hermanos Arellano Felix, unos cabrones jijos de la chingada; mientras que los otros dos patrones, era don Amado Carrillo Fuentes, el “Señor de los Cielos” y don Juan García Abrego. 
LOS HERMANOS ARELLANO FELIX
Joaquín Guzmán Loera escogió como su nuevo jefe, por la lealtad que le tenía al “padrino”, a los sobrinos de éste, los hermanos Ramón, Benjamín, Eduardo y Javier, todos de apellidos Arellano Félix.  Eran unos cabrones bien vergas que vivían en Tijuana, no se andaban con chingaderas, al primer error, lo mataban a uno. Por eso, el Chapo, tuvo que aprender hacer bien las cosas, para no meterse en broncas y seguir juntando esa lana, para poder asegurar su vejez.
La droga, la meterían a los Estados Unidos, ahora por túneles. Así lo vio una vez el Chapo en una película de la segunda guerra mundial, veía como unos prisioneros habían construido un túnel y que desde ahí, se fugaron de una cárcel nazi. Lo mismo haría el Chapo, contrataría a unos albañiles y sino, al jefe de albañiles, o al ingeniero arquitecto o como se llamara, pagaría lo que tendría que pagar para poder construir un túnel secreto que le permitiera introducir la droga a los Estados Unidos.
¿Cuánta mercancía no paso? …el “Chapo” y su amigo el “Güero” Palma, se hicieron ricos, por ese gran negocio de meter drogas a los Estados Unidos. Reivindicaban el orgullo nacional, era como meterles el pito a esos gringos que se habían robado el territorio mexicano.
 Los dólares caían y salpicaban uno tras otro; los dos alegres compadres festejaron en sus borracheras cada una de sus clandestinas exportaciones; entre cerveza y cerveza, subestimaron a los hermanos Arellanos Félix, se les había olvidado, que ellos, eran los legítimos herederos del imperio de su tío y que por lo tanto, debían de guardarles lealtad y jamás traicionarlos. Se les había olvidado, que estos eran unos cabrones y por lo tanto, al no pagarles la renta del negocio y construir túneles sin su consentimiento, se harían merecedores, primero de su desconfianza, después del castigo que éstos le darían.
“¡Hay Chapo¡” ….¡Cuídate que te están buscando para matarte ….
Continuará ….

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