¡FREUD, COCA Y MAS SEXO ...¡

 

Aquel medico joven checo, había encontrado la poción mágica que podía aliviar todos los dolores; sin duda alguna, un medicamento dotado de propiedades fabulosas; decidió probarlo en sus pacientes y después en él. Serviría para el tratamiento de dolencias del corazón, agotamiento nervioso, así como curar muchos problemas fisiológicos; un polvo blanco de una aroma agradable y un placentero gusto en los labios; en su última depresión lo consumió y sus efectos fueron satisfactorios, lo haría un ser humano más fuerte, equilibrado, objetivo; el polvo blanco era cocaína y aquel médico joven, era Sigmund Freud.
Quizás en una de esas tardes pesadas y aburridas, en que el tiempo transcurre lentamente, el doctor Freud se le ocurrió pensar que esas teorías darwinianas que afirmaban que los de los seres humanos, eran descendientes de los simios, no eran nada descabelladas; en efectos, los seres humanos, eran igual de instintivos o animales, que los mismos animales; entonces descubrió que el sexo y la agresividad son importantes en la conducta humana; en su sonrisa irónica, suspiraba e inhalaba nuevamente aquel polvo blanco, sobre su pipa, para seguir pensando y escribiendo, pensaría también en sus pacientes en aquel Hospital de Viena y como la medicina le resultaba insuficiente para curar aquellos dolores del “alma”, que no podía sanar con el bisturí de su instrumental médico.
El joven Freud estudiaría en la Universidad de Viena y también, estudiaría las técnicas de hipnosis del neurólogo Jean Martin Charcort; pronto descubriría la relación entre el sexo y la histeria; después en sus charlas con su amigo el médico Josef Breuer, entendería el proceso de la “catarsis”; sus ideas siguieron asociándose unas a las otras, hasta al punto de imaginar que sería reconocido por la Sociedad Imperial de Médicos de Viena, al escuchar los miembros de la academia sus teorías sobre la histeria masculina, en su conferencia, como en su artículo escrito, pensó que sería reconocido. ¡Pero nada¡. ¡No paso nada¡. El médico Freud seguiría en el anonimato y de nueva cuenta, volvería a inhalar su pipa, aquel polvo blanco. Seguiría su vida de investigador desconocido, publicando ahora por su cuenta, valiéndole un bledo lo que dijera o no, la Sociedad de Médicos.
Freud dejaría de ser joven y llegaría a los cuarenta años, sumergido en una gran depresión; aislado decidió que él sería su paciente; que él, sería también el objeto de su propia investigación; entonces, tintero en papel y pluma, empezó a escribir un diario personal en el que escribiría e interpretaría sus propios sueños. Después empezó a desarrollar la teoría de la seducción, la cual el mismo descartó, hundiéndose cada vez más, en esa maldita enfermedad.
Padecimiento “creativo”, en la que la persona muere lentamente, escribiendo una y otra vez, culpando quizás a ese tedio a una lesión cardiaca o quizás a su adicción a la nicotina; su amigo Wilhelm Fliess lo acompañaba en aquellas tardes y también le platicaba sus sueños; Freud atento a lo que le decía su amigo, escribiría y seguiría escribiendo, hasta publicar cuando tenía cuarenta y tres años de edad, su obra “La interpretación de los sueños”. El resultado de la publicación de sus apuntes, fue la perdida de la amistad de su amigo de ratos insoportables, pero Freud no le importo, seguiría escribiendo, una y otra vez más, hasta finalmente abordar el problema de la sexualidad.
A sus cuarenta y seis años, Freud invitaría a su casa, todos los miércoles, a varios médicos vieneses, mas jóvenes que él, para hablar sobre temas de psicología; acudirían a sus reuniones, Alfred Adler, Wilhelm Stekel, Max Kahane y Rudolf Reitler; sin habérselo propuesto, de esas reuniones, surgiría la Sociedad Psicoanalitica de Viena. Poco le importaría al médico Freud ser reconocido por la Sociedad de Médicos de Viena, cuando el mismo, había creado su propiedad sociedad. El éxito de su organización creció tanto, hasta conformar la Asociación Psicoanalítica Internacional, la cual sería presidida por uno de los mejores apóstoles de Freud, un medico diecinueve años más joven que él, que continuaría con su escuela, su “heredero”, Carl Jung.

Pero el círculo vicioso de Sigmund Freud era crear amistades intimas a enemistades aborrecidas; terminaría su función maestra con el mejor de sus alumnos, a causa de una discusión psicoanalítica; Jung, interpretaba diferente a Freud y entonces Freud, no consideró digno a su alumno. Aborrecido él, como también lo habían sido sus antiguos amigos Josef Breuer y Wilhelm Fliess; Freud decidió entonces asilarse en los brazos de su amada, a quien siempre olvidaba y con quien sólo había procreado una hija, de nombre Anna; fuera de ello, practico la abstinencia sexual, paradoja, el hombre, que hablaba, escribía y discutía de sexo, no era un practicante del mismo.
Los últimos años de Freud, fueron todavía más insoportables; ahora con varios padecimientos en su boca y esa enfermedad del alma que lo hacía “creativo”, viajaría a Estados Unidos, donde visitaría a su sobrino Eduard Bernays, quien era un lector de sus obras; desde ahí, quedo sorprendido por las noticias de los diarios, el imperio Austrohungaro se lanzaba a una guerra mundial, en la que participaban los rusos, turcos, alemanes, franceses, italianos; incluyendo los Estados Unidos de América. En ese viaje, Freud termino odiando a los Estados Unidos; mientras que la “gran guerra” arrojaba la cantidad de nueve millones de muertos.
Freud regresaría a Viena, a seguir padeciendo sobre las crisis políticas y económicas de la Europa de la “posguerra”; las ideas totalitarias y autoritarias de Joseph Stalin, Benito Mussolini y Adolf Hitler, sacudirían a las masas de sus respectivos países, en la misma proporción que la reciente mercadotecnia americana lo haría con sus ciudadanos convertidos en fervientes consumistas; la modernidad del siglo XX avanzaba a pasos agigantados, con el surgimiento del cine, la aviación, la radio, la prensa escrita, el automóvil y los aparatos electrodomésticos; las ideologías políticas nazistas obligarían al doctor Freud a salir de Viena, ante la anexión de Austria por parte de la Alemania Nazi de Adolf Hitler. Sus obras serían censuradas, al igual que su persona, dada su condición étnica de judío.
Freud no murió en un campo de concentración, sino a causa de la eutanasia; su médico Max Shur lo ayudaría a morirse; tres inyecciones de morfina lo sanarían sobre el cáncer del paladar que lo había hecho sufrir en intensos dolores y que ni treinta y tres operaciones en la boca, pudieron curarlo.
Sigmund Freud moriría, mientras que su sobrino Eduard Bernays, sería designado como asesor en la Casa Blanca, para el servicio del Presidente de los Estados Unidos de América, donde se convertiría en Agente de Relaciones Publicas y donde pondría en práctica los conocimientos de su tío. Controlar y manipular a una masa de seres vivientes irracionales, dominados por sus instintos sexuales y agresivos; al servicio de la democracia y la mercadotecnia.





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